WTF? |
¿Cómo andáis? ¿Cómo lleváis el verano?
Tras el éxito en masas que resultó ser el primer BookTag del blog, decidí tirar más para lo personal, además estoy teniendo unos días algo difíciles en que me cuesta mucho arrancar, pero ¡no preocupeishon! No esperaba empezar el DCG ("Diario de una Chica Guapa", a partir de ahora para acortar será "DCG", ¿de acuerdo?) tan pronto, esperaba que el blog tuviese al menos un mesecito de vida, pero en estos momentos necesito que alguien me diga cosas bonitas y me dé fuerzas, y ese alguien puedo ser yo misma.
Entonces...
¿Qué es el DCG?
"Diario de una chica guapa". ¿Quién es la chica guapa? Puedo ser yo, o puede ser cualquiera de las chicas que me lea. Y lo he puesto en femenino por esas cosas de que soy mujer y en general va a tratar sobre mi experiencia, pero evidentemente también puede ser el "Diario de un Chico Guapo" si alguna cosa que digo pueda servirle a cualquier seguidor chico.
Yo me considero una chica guapa. Siempre lo he sido, aunque no siempre lo he sabido. De pequeña me consideré un patito feo por ser la única en llevar gafas. De niña empecé a desarrollarme mucho antes de lo que me tocaba (hablo de 6-7 años) y eso me convirtió en un bicho raro a ojos de todos. En mi adolescencia todos los chicos me querían por mis pechos, pero seguía siendo una "friki" en el instituto, así que se llevaba de forma medio clandestina. Incluso, tras casi siete años de relación con mi novio, me ha costado muchísimo aceptarme físicamente.
Y justamente ahora que me he engordado treinta kilos, es cuando me doy cuenta de lo bonita que soy.
Porqué soy bonita, ¿verdad?
No hace falta que pongáis en duda mis casi 21 primaveras, sé de sobras que tengo más babyface que Kiko Rivera.
No quiero dármelas de soberbia. Hoy día todo es malo. Si dices que no te quieres, buscas atención y eres victimista. Si dices que te quieres, eres una soberbia y te crees superior. Hay que joderse.
En fin. Aún no he llegado al meollo. Lo que quiero decir con todo esto, es que en esta nueva sección, el DCG, quiero hacer un mix entre bitácora, anécdotas, opiniones, consejos... Cualquier cosa que se me pase por la cabeza (desde ahora hasta un futuro indeterminado) que tenga que ver con la aceptación de una misma, ya seas gorda, flaca, tengas gafas, espinillas, pechos pequeños, grandes, hombros anchos o tres pezones.
Porqué si yo con mis ochenta kilos puedo quererme, tu también puedes quererte con tres pezones.
¡Ochenta kilos! Pensaréis. Lo sé, es una barbaridad. Y es la primera vez que digo mi peso, antes sólo lo sabía mi novio. Es posible que acabe de firmar mi sentencia de muerte, pero me da igual. No tengo problemas de salud física, no tengo colesterol ni problemas cardíacos, no tengo el azúcar alto, simplemente tengo más grasa acumulada en los muslos y la barriga.
Lo interesante es saber cómo han llegado hasta mi cuerpecito esos veinticinco-treinta kilos de más (pensad que yo mido 162 y porqué he crecido un cm estos últimos meses a saber cómo y por qué).
Es una historia interesante, una historia que seguramente contaré mil veces (más las mil que ya la he contado) y os hartaréis de saberla de memoria, probablemente hasta la recitéis en sueños. Pero hoy no vengo a ponerme triste. No vengo a hablar de maltratos, acoso, depresión, trastornos alimenticios, trastornos de la personalidad, autolesiones, sobredosis de antidepresivos, ingresos en psiquiátricos y demás. Hoy vengo a hablar de que hay tantos factores externos que te obligan a verte gorda, fea y desagradable que yo he necesitado toda la lista anterior para darme cuenta de que soy una chica guapa, digna de su propio DCG.
80 kilos incluidos.
Porque queridas campanillas, pasando lo que he pasado (imagino que os podéis hacer una idea) podría haber acabado de mil maneras. Tirada en la calle drogándome, tirada en la calle borracha, embarazada, en prisión, con enfermedades venéreas, repudiada por todos mis seres queridos, o quizás todo a la vez. Por decir, podría haberme suicidado. Y lo sé porque en mis idas y venidas por el mundo he conocido gente que ha acabado así por el hecho de no haber superado bien una depresión o un trastorno de la personalidad.
Por eso sé que ahora no sería la chica blogger a la qué estáis leyendo, ahora mismo podría ser un nombre más, fácil de olvidar, en un titular pequeño diciendo que dos sin-techo han muerto en una pelea a botellazos, o una joven dormida eternamente a base de antidepresivos. Y nunca más se supo.
Creedme, hay gente que se lleva ese souvenir para toda la vida. Mi souvenir, mi recuerdo de lo que un día fue una enfermedad que casi me quita la vida, son treinta kilos de más. Podría estar delgada como antes, con unos pechos gigantes y una cintura de avispa, sin embargo peso ochenta kilos.
¿Sabéis qué os digo? Los amo. Amo mis ochenta kilos.
Porqué como os he dicho antes, podría haberme llevado cualquier souvenir. Un alcoholismo, una drogodependencia, una enfermedad de transmisión sexual. Sin embargo, mi souvenir son treinta kilos.
No soy tonta, sé que, a pesar de no tener obesidad ni ninguna otra enfermedad física, no estoy en mi peso ideal. Debería pesar unos 60, teniendo en cuenta que tengo mucho pecho y cadera ancha. Pero existen las dietas, los ejercicios, el tiempo y la paciencia.
Me veo estupenda, pero sé que tengo que cuidarme para que no se acabe convirtiendo en un problema de verdad.
De todos modos, (y aquí es donde, después de tantas vueltas, quiero por fin llegar) cuando me miro en el espejo y veo mis kilos de más, veo una guerra. Veo la guerra contra mi enfermedad, contra mi misma, que llevó más años de lo que querría. Me veo la celulitis en los muslos, me veo las estrías en el abdomen y pienso: no hay guerra que no deje cicatrices.
He luchado bien, he sido fuerte, y no desde que me diagnosticaron a los 15-16, sino desde que con 6 años empecé a tener pesadillas sexuales y pensamientos suicidas. Llevo toda la vida luchando y por primera vez puedo decir que he ganado. Mis cicatrices son mis kilos. Así que bienvenidos sean el tiempo que se tengan que quedar, un recordatorio de que luché y gané. Sería una vergüenza para mi misma, para todas las personas que han superado una enfermedad como la mía (y las que no lo han hecho) avergonzarme y odiarme por estar gorda. Me quiero, amo cada gramo de mi cuerpo, amo mi brazo lleno de cicatrices (ya hablaremos de eso) y me seguiré amando cuando, con dieta, ejercicio y (lo dicho) tiempo y paciencia, recupere mi peso ideal. Pero no me querré más entonces, simplemente me anotaré otra victoria con una gran sonrisa.
Pero de momento, así es como soy, y para nada me avergüenzo o lo oculto.
Así que os invito a quereros. Os invito a tener perspectiva y atreveros a ver las cosas de otra manera. A convertir un complejo en vuestro mayor orgullo.
Como ya he dicho, yo soy capaz de amar mi cuerpo aún pesando 80 kilos, pues no lo veo como un defecto o una vergüenza, sino como mi lucha y victoria en una guerra demasiado larga.
No quiero adoctrinar. Siempre hablo desde mi humilde opinión y experiencia, pero realmente sería feliz si supiera que más personas han hecho ese "clic" en su cabeza y han empezado a tomarse ciertas cosas de otra manera.
La vida es demasiado corta como para romperse la cabeza por una barriga, unos pechos o unos muslos. Es un cliché
Y aquí dejo esto por ahora. Me iré a pasar el mes de agosto con la familia a un pueblo de la Costa Brava, así que no creo que en un tiempo pueda actualizar. De momento no actualizaré la encuesta del mes, pues creo que me falta un pelín más de "definir" el blog y conocer a mis seguidores, pero tan pronto como eso ocurra, actualizaré cada mes una encuesta diferente.
Acabamos julio con una gran sonrisa en la cara y mis mejores deseos para lo que queda de verano.
¡Espero que os portéis muy mal! ¡Salpicad mucho en la playa y molestad a los vecinos moviendo sillas y con la música altísima!
¡Un polvillo mágico (de hadas, de hadas) para todos!
PD: Repito, que a veces no queda claro. No quiero adoctrinar. Es mi experiencia, podéis estar o no de acuerdo. Sin embargo, lo que sí que pido será un poco de respeto. Porfis.